domingo, 11 de abril de 2010

Los sueños y un tango

Abril es un mes especial para mí, lo es desde hace algunos años. Yo creo que uno de los motivos es porque, como llega la primavera, empiezo a estornudar por el polen y todas esas cosas que dicen en la televisión. Pero hay algo más particular que lo hace un mes especial, hace unos años se murió mi vieja. Y yo no sé muy bien si es por el polen, la primavera, lo que dicen en la televisión o por mi vieja; pero últimamente vengo soñando mucho. ¿Será porque los sueños son una expresión del inconsciente? Seguramente, pero... no del todo. Recuerdo que hace muchos años, cuando empezaba a descubrir la fascinación que me producía el psicoanálisis, soñaba mucho y me encantaba despertarme para escribir los sueños y encontrarles alguna explicación. Pero no siempre soñamos... ¿será que, a veces, nuestro inconsciente no quiere expresarse? ¿o tal vez porque se nos están acabando los sueños? No, no creo en esta segunda opción. Uno tiene que soñar y tiene que intentar cumplir sus sueños, aunque parezcan imposibles.
Y así, podríamos pensar en los sueños desde distintos lugares. Desde la medicina podemos medir la actividad eléctrica del cerebro, desde el psicoanálisis intentamos encontrar un sentido a lo que, aparentemente, no lo tiene. Y desde el corazón, desde el alma, el sueño es ese lugar único donde todo se confunde o no, donde todo cobra sentido o no, donde aparecen los importantes de nuestra vida y donde, a veces, aparecés vos, vieja.
Allí, en nuestros sueños, están los miedos, las dudas, los deseos, las pasiones, lo absurdo, lo inexplicable, lo macabro, lo bello, la desesperación. A veces, sin saber muy bien por qué, nos despertamos angustiados por sueños totalmente inexplicables, incomprensibles. Pero otras, lamentamos profundamente que ese viaje se nos termine e, ingenuamente, intentamos seguir durmiendo para que la magia no desaparezca.
Y como de sueños se trata, de pequeño, mi sueño era Paris. Pero a medida que vamos transitando nuestra vida, nuestros sueños cambian. Fue así como descubrí Barcelona, un poco en sueños y un poco en realidad. Y me hubiera gustado que mi madre conociera Barcelona... pero las cosas no siempre se pueden dar... los sueños no siempre se cumplen.
Los que conocen mi pasión por el tango muchas veces me preguntan: ¿bailás tango? Y yo humildemente digo la verdad: algo, me enseñó mi vieja cuando era un adolescente... pero creo que ya ni me acuerdo cómo era. La verdad es que me gustaría aprender a bailarlo bien... tal vez, ese sea otro sueño pendiente y, por suerte, realizable.
Anoche tuve un sueño. Íbamos con mi vieja cruzando una plaza en Barcelona, no podía reconocerla pero sabía que estábamos aquí. Había poca gente y la luz resaltaba los tonos pasteles de los edificios. Seguramente era al atardecer. Cruzábamos en diagonal y cuando llegamos al centro notamos que en una de las esquinas había una orquesta que afinaba levemente sus instrumentos. Reconocimos instantáneamente los acordes de un bandoneón... y cuando empezó el tango te agarré de la mano y me puse a bailar con vos, vieja. Sentía el ritmo en mi cuerpo y me dejaba llevar, intuitivamente, como me habías enseñado vos. Entonces me dijiste: ¡qué bien que bailás el tango! Me reí un poco, me daba vergüenza... y alcancé a decirte: hay milongas en Barcelona, podemos ir. Pero me desperté.
Anoche tuve un sueño, bailé un tango con vos, vieja.
Ale

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