Artículo publicado en la revista Arg Express del mes de mayo de 2009
Hace unos años tuve la oportunidad de asistir a un espectáculo de Enrique Pinti en Barcelona. Este talentoso escritor, actor y comunicador contaba, en uno de sus monólogos, una anécdota (tal vez ficticia) acerca de un norteamericano, sociólogo, que estaba intrigado por el “caso” de Argentina. Él le comentaba a Pinti que estaba desconcertado con nuestro país. Se había documentado muy bien. Veía que Argentina era un país rico en recursos naturales; con una geografía extensa, diversa; con un potencial humano valioso. No había pasado por guerras devastadoras ni había sufrido grandes catástrofes naturales. Con todas estas características le preguntó a Pinti: ¿cómo fue que se fueron a la mierda? Y Pinti contestó: “de a poco”.
Así suele pasar, las cosas se deterioran, cambian y en ocasiones se vienen abajo. Y como eso sucede “de a poco”, no vamos tomando conciencia de que muchas cosas cambian. Pero en algún momento hacemos un “clic” y nos saltan las fichas. Quedamos alucinados, sin poder creer lo que vemos o leemos. Así nos sucedió a los que estábamos aquí en diciembre de 2001, viendo las imágenes de una Argentina caótica, enojada, rebelada, indignada. No podíamos ver lo que estaban transmitiendo y parecía un documental de otro país. Pero ya lo hemos dicho en otra ocasión: tarde o temprano la realidad se impone y, lamentablemente, parecemos precursores en situaciones que luego se repiten a gran escala -¿serán los efectos de la globalización?-. De todos modos, también tendríamos que mirar aspectos positivos. Siempre hay algo positivo para rescatar. No tenemos más que ver el documental “La toma” –“The take”- que cuenta la experiencia de obreros en Argentina, que se organizan para reactivar fábricas cerradas a causa de la crisis de 2001.
Antes de que apareciera internet en nuestras vidas, las noticias tardaban más en llegar y si alguien estaba lejos de su tierra se enteraba solamente de aquello que era más importante o que tenía más repercusión. Tengamos en cuenta que una carta por correo postal enviada desde Argentina a Europa tardaba una media de 5 días en llegar. Un mensaje de correo electrónico tarda segundos y a través de internet podemos leer los diarios de cualquier parte del mundo en todo momento.
Pero el hecho de que estemos bien informados o mejor dicho “rápidamente” informados, no cambia mucho la situación de vivir lejos del lugar donde nacimos. Los que llevamos un tiempo considerable viviendo del otro lado del Atlántico, hemos cambiado percepciones y concepciones acerca de lo que pasa en nuestra tierra. Sería algo así como una necesidad de construir una imagen que, por un lado justifique el hecho de haber migrado y por otro, nos siga manteniendo unidos a nuestro país.
Y cuando volvemos (“siempre se vuelve al primer amor”, decía Gardel) tenemos una rara sensación porque somos de allí pero algo ha cambiado en nosotros. Hemos cambiado códigos, hablamos en un argeñol pulido, decimos “vale”, se nos escapa un “hostia”… pero en el fondo seguimos siendo los mismos. Por otro lado, nuestra gente también ha cambiado la percepción que tenía de nosotros. Muchos creen que estamos juntando euros con carretillas y que somos indiferentes a lo que pasa en nuestra tierra. A veces te dicen: “claro, vos no entendés, no vivís acá”. Y es cierto. También es verdad que cuando uno no vive en un lugar se queda con viejas percepciones –a mí me cuesta creer que con 100 pesos no se puede comprar mucho en el supermercado-. De todos modos, hay cosas que no cambian: Argentina (y América Latina en general) es lugar de grandes contrastes. La última vez que estuve en Buenos Aires, vi en televisión una manifestación de empleados del Hospital de Clínicas (recordemos que es el hospital escuela de la Universidad de Buenos Aires) quejándose porque había fugas de radiación en la parte de radiología. Al día siguiente, un amigo me invitó a comer a un restaurante en Palermo Hollywood (bueno, últimamente hay tantos “Palermos” que ya me mareo…. digamos: en la avenida Juan B. Justo) y al llegar, bajamos del coche y un valet parking se ocupó de estacionarlo. ¡Vaya contraste con la noticia que había visto el día anterior!
Pero claro, ya sabemos que Argentina es un país “inclasificable”, es una paradoja y nada indica que vaya a dejar de serlo.
Estas incongruencias que vemos no nos dejan de asombrar y ahora, para mantener una cierta lógica de asombro, leemos en los diarios que el dengue ya ha llegado a Buenos Aires. Una enfermedad con características de epidemia, ahora corre el riesgo de transformarse en una endemia. ¿Pero cómo es que un mosquito que habita en zonas tropicales haya llegado a Buenos Aires? ¿Y con qué infraestructura cuenta Argentina para hacerle frente a esta enfermedad si para operarse en un hospital público hay que comprar hasta la hoja de bisturí? Son cosas que nos hacen flipar, pero no solamente porque nos lleva a la reflexión sobre los recursos y la infraestructura para poder hacerle frente sino porque también nos damos cuenta de que el tema del calentamiento global no es un verso de los ecologistas como quieren minimizar algunos sectores de la derecha. Estamos empezando a percibir sus consecuencias. México, con la gripe porcina, también es un ejemplo de ello.
Y una de las cosas que se me cruzó –que luego, obviamente comprobé- es que seguramente surgirían las especulaciones de turno. Empezarían a escasear los repelentes para insectos y la gente se asustaría ante el primer zumbido en la oreja. Como vemos, hay percepciones que conservamos de nuestra Argentina y que no han cambiado mucho. Recuerdo que cuando hubo un brote de cólera se recomendaba agregar una gota de lejía en el agua para lavar las verduras y las frutas. Hubo casos de gente hospitalizada porque le había echado una gota de lejía a cada mate que tomaba.
Las percepciones que tenemos los que estamos aquí probablemente no se correspondan con la realidad que se vive en nuestro país, pero eso no cambia la preocupación y el desconcierto que sentimos al leer el diario o al hablar con algún recién llegado. Porque más allá de nuestro argeñol pulido y de los aspectos culturales que hemos incorporado, seguimos siendo argentinos, latinoamericanos, americanos (mal que les pese a los norteamericanos ya que quieren monopolizar hasta el nombre de nuestro continente). Y lo que le suceda a nuestro continente nos afecta. Pero no sólo por una cuestión de raíces y de cultura, sino también porque es una forma de tomar conciencia de lo que le está pasando al planeta y a la humanidad. La selección natural de Darwin se está transformando en una selección artificial, creada por el hombre y sus intereses económicos.
La gripe aviar, el dengue, la gripe porcina son algunos ejemplos de que algo anda mal en el equilibrio ecológico de nuestro planeta. La crisis económica, el exhibicionismo mediático de la intimidad, el mercantilismo de la información, la decadencia de los valores y principios éticos son algunos ejemplos de que algo anda mal en los principios éticos de la humanidad.
Tal vez lo más preocupante es que estamos viendo como el planeta tierra y la humanidad se están yendo a la mierda, como decía Pinti: “de a poco”.
Alejandro Pignato
sábado, 2 de mayo de 2009
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